lunes, 29 de octubre de 2012

Piel.

Te sentí.

Te sentí venir.
Te sentí llegar, acercándote paulatinamente, sin prisa pero con ansias.
Te esperé.
Te recibí.
Te sentí…

Tu pelo, salvaje.
Tus labios, junto a los míos.
Tu olor, tan peculiar.
Tu presencia, firme y vulnerable a la vez.

Es parte de un todo, tan maravilloso que, me hace suspirar cada vez que abro los ojos y te veo, ahí, conmigo, sentada, acostada, despierta o dormida.
En parte de un todo. Un todo maravilloso.

Desde aquél entonces siento como todo lo malo se desvanece.
Con tu sonrisa, con tu risa, con tu voz, con tu mirada. Con tan sólo tu respiración…
Con cada una de tus expresiones.

Sos hermosa. Pero no querés que te lo diga.
¿Por qué? ¿Por qué no puedo demostrarte lo que generás en mí con un “Sos hermosa”, o un “Hola, hermosa”? No me dejás. Decís que miento.
Pero no miento…

“Hola”. Palabra tan recurrente en nuestros diálogos.
Es el disparador de una conversación, el pié de una demostración de cariño, de un gesto de amor, de una sonrisa mía o de una tuya.


Son tus ojos que me atrapan, tu mirada  me desconcierta, tu voz dulce, susurrándome al oído. Son los besos, los abrazos. Son todas esas cosas que son parte de un todo.

                                                                  Somos dos, y somos Uno.

Atte.

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