lunes, 5 de noviembre de 2012

La isla


Estábamos volando. O quizás, estaba volando sería una mejor forma de decirlo. Sólo yo, no el otro.

Desde arriba, muy arriba, llegaba ya a ver la isla, esperándome. Una vez más me sentía cautivado por su resplandor verdoso, finamente contorneado por el intenso amarillo de la costa; un lucero, mi refugio, en aquel mar negro.
Las aguas contaminadas intentaban tomar la orilla en altas y potentes olas, amenazando con tragarse ese solitario pedazo de tierra. Pero siempre, con invisible forcejeo, lograba ella quitarse de encima sus oscuros dientes.
Iniciaba yo entonces el descenso, lento y gradual, casi vertical. Poco a poco, su luz y su música me invadían. Podía escuchar la vida, la naturaleza, un canto no de pájaros sino de todos los seres al unísono, en registros que nunca podría asociar a nada que alguna vez hubiera oído. Su colorido fulgor era cada vez más vivo, a tal punto que no podía distinguir forma alguna, sólo fosforescencias de distintas tonalidad, como una pintura abstracta. Ya no era simplemente verde y amarillo, era multicolor, eran todos los colores a la vez. No lograba ver efectivamente qué había allí, pero sabía que era hermoso, lo más bello que pudiera concebir.
Utopía.

Pero entonces, cuando mis ojos recién comenzaban a acostumbrarse a la claridad, veía a mi izquierda una gigantesca pared negra, acercándose a gran velocidad. De un momento a otro, el canto se convertía en un chillido nostálgico que parecía una súplica, un grito de ayuda. Unos segundos después, la enorme ola se cernía sobre mí, y todo se volvía negro. El mar nos engullía de una vez y para siempre.
Me hallaba entonces perdido, abría los ojos pero no había más que tinieblas. No sentía nada, me dejaba llevar. En algún momento, algo me agarraba y me tiraba hacia arriba. Me veía a mí mismo saliendo del agua y hacía fuerza para levantar ese cuerpo que tenía mi cara. Lograba con mucho esfuerzo subirlo al precario bote sin remos ni vela.

Todo volvía a la normalidad. Yo era el otro y el otro era yo, hasta el momento en que, una vez más, intentara llegar a al isla.

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