lunes, 16 de julio de 2012

Sus huesos en los míos.


Buena semana. Me disculpo previamente por la falta de nota ayer. Ya veré lo que hago al respecto. En fin:


Y ha vuelto. Ni dos semanas puedo vestir esta farsa que se terminaba antes de empezar. Buscaba una respuesta a todo esto, tal vez en mi cabeza, tal vez en mi alma. Así como el primer cigarrillo del día (que es aquel que nunca fume). Escuchando esas melodías que me recuerdan esa pasión artificial y esos corazones que no laten (a la par). Porque me cuesta tanto seguirle el ritmo a esos latidos. Y a su aliento en mis pulmones, que no puedo exhalar. Como una flecha en la rodilla, o en las costillas. Porque se convierte en eso, un hueso mas al grupo, que no se mueve ni bombea ni palpita. Ya lo que antes propulsaba la sangre a través de estas venas y arterias, no es más que una roca de color marfil, demás pulido y perfectamente afilado.


Todo cambio, pero nada es realmente diferente. La gente continua estando loca y apurada. Y controlada, también. A su vez, las letras y el alcohol son las cosas que ahora sobran. Pero aun faltan palabras. Para describirla. Para vivirla. Aunque sabe que si ella me necesita, todo lo demás va a tener que esperar. Que me disculpen los payasos esta vez, pero la corbata y el traje todos la visten alguna ocasión. Todo ese esfuerzo que usamos alguna vez para impedirlo, para fingirlo, se va por el agujero. De nuestro pecho.


Y ahora es la casualidad. El encuentro fatuo que dibuja una sonrisa en ambos rostros. Los cuerpos (que no son mas que objetos inanimados si no fuera por el alma) ahora chocan. Así como las miradas. Y los huesos que se rodean y posan tranquilos durante esos pocos segundos. Esos segundos que duran horas. ¿En horas o en días? Porque convierte los días en años.


Y te das cuenta, finalmente, que la vida no tiene por qué ser marchita y solitaria. Podemos contar las historias posibles de nuestros futuros inciertos. O bailar bajo la luz cálida y tierna de la luna. O besar lo que queda de la velada. Aunque bien ambos saben que la luz no es nada sin la oscuridad a su alrededor. Y que en algún momento se verán, inevitablemente, sumergidos en Ella.


Piedra y barro, hueso y sangre. Siempre juntos. Porque no son nada separados.

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