Buena semana. Me disculpo previamente por la falta de nota ayer. Ya veré
lo que hago al respecto. En fin:
Y ha vuelto. Ni dos semanas puedo vestir esta farsa que
se terminaba antes de empezar. Buscaba una respuesta a todo esto, tal vez en mi
cabeza, tal vez en mi alma. Así como el primer cigarrillo del día (que es aquel
que nunca fume). Escuchando esas melodías que me recuerdan esa pasión
artificial y esos corazones que no laten (a la par). Porque me cuesta tanto
seguirle el ritmo a esos latidos. Y a su aliento en mis pulmones, que no puedo
exhalar. Como una flecha en la rodilla, o en las costillas. Porque se convierte
en eso, un hueso mas al grupo, que no se mueve ni bombea ni palpita. Ya lo que
antes propulsaba la sangre a través de estas venas y arterias, no es más que
una roca de color marfil, demás pulido y perfectamente afilado.
Todo cambio, pero nada es realmente diferente. La gente
continua estando loca y apurada. Y controlada, también. A su vez, las letras y
el alcohol son las cosas que ahora sobran. Pero aun faltan palabras. Para
describirla. Para vivirla. Aunque sabe que si ella me necesita, todo lo demás
va a tener que esperar. Que me disculpen los payasos esta vez, pero la corbata
y el traje todos la visten alguna ocasión. Todo ese esfuerzo que usamos alguna
vez para impedirlo, para fingirlo, se va por el agujero. De nuestro pecho.
Y ahora es la casualidad. El encuentro fatuo que dibuja
una sonrisa en ambos rostros. Los cuerpos (que no son mas que objetos
inanimados si no fuera por el alma) ahora chocan. Así como las miradas. Y los
huesos que se rodean y posan tranquilos durante esos pocos segundos. Esos
segundos que duran horas. ¿En horas o en días? Porque convierte los días en
años.
Y te das cuenta, finalmente, que la vida no tiene por
qué ser marchita y solitaria. Podemos contar las historias posibles de nuestros
futuros inciertos. O bailar bajo la luz cálida y tierna de la luna. O besar lo
que queda de la velada. Aunque bien ambos saben que la luz no es nada sin la
oscuridad a su alrededor. Y que en algún momento se verán, inevitablemente, sumergidos
en Ella.
Piedra y barro, hueso y sangre. Siempre juntos. Porque
no son nada separados.
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