domingo, 26 de agosto de 2012

Bandera blanca.



La fecha y hora estaban acordadas desde un principio. Los dos ejércitos estaban dispuestos a abandonar sus tareas bélicas. Sin embargo, y muy a su pesar, algunos soldados no querían dejar de pelear. Tomaban sus armas y se disipaban en el campo de batalla, con el fin de continuar el deseo de sus generales y comandantes. El ruido y el trueno eran machacantes bajo los cascos. Las botas y los uniformes estaban completamente embarrados, como los pobres corazones de aquellos jóvenes. La sangre brotaba de cada arteria, con casi nula posibilidad de coagular. El viento helado inundaba sus pulmones derruidos. Sin embargo, se reusaban a rendirse. Sabían que el sufrimiento no era comparable con la recompensa. O eso querían creer, fervientemente. ‘’Un tiroteo en mi cabeza, quiero. Es la solución’’ decían, ingenuos.  Muchos de ellos, acorde al momento (y al sentimiento) se quitaban la vida, pues mucho más no valdría terminado el combate. También se hacia difícil continuar a falta de recursos, alimentos y munición. Encontrar aquellas cosas era todo un milagro. Hasta los héroes, que no son héroes si no encuentran oscuridad, se sentían apenados de que su martirizarían haya sido en vano. Pero al final, eso era lo único que quedaba. Un campo absolutamente rojo. Y verde. Y a veces, también, azul. Y como ya dije, todo estaba acordado desde un principio. Ya la esperanza estaba apagada, incluso antes de comenzar los conflictos.

La declaración de rendición se dicto como había sido planeado. Los dos encargados del asunto se encontraron en el sitio acordado y llevaron consigo sus respectivos generales y defensores. Una vez firmado, el acuerdo se disolvió en sus mentes. El problema era que el primer componente, de los dos, no estaba seguro de haber hecho lo correcto. Y el segundo, claro estaba, pero sorprendido de las acciones del primero. Buscaba una explicación de sus actos, pero no encontró respuesta en nadie. Luego se disiparon sus miradas y ya nadie volvió a hablar de lo ocurrido. Al fin y al cabo, la mente es tan insípidamente débil y frágil, que cualquier movimiento en falso podría desatar otro conflicto. Los hombres lo saben, los hombres de armas lo conocen de cerca. En cualquier momento, una guerra más puede comenzar.

Otra guerra que terminara, inevitablemente, de la misma manera.

¿O no?





[Me gustaría aclarar que este texto había sido realizado ya, tiempo atrás. Pero mi preciosa madre apago accidentalmente la computadora, perdiendo yo toda información escrita. Si, lo peor del mundo. Me temo que el texto anterior era muy superior a este, pero es lo que llegue a recuperar de mi memoria. Mis más sinceras disculpas. Su amistoso vecino, J.I.Z.]

2 comentarios:

  1. ¿Tiempo atrás, será, acaso, horas atrás? Si así fuese debería estar alojado en borradores, querido escritor. Y está. Pero siendo usted el administrador de este refugio de palabras e ideas, es el único con la facultad de corroborarlo. Le advierto por si recuperar lo escrito tiene algún valor para usted.

    Ahora, respecto a lo escrito acá, me gusta. Pero cuándo no. "Al fin y al cabo, la mente es tan insípidamente débil y frágil, que cualquier movimiento...". Aplausos. Creo que nada más, al menos por ahora.

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  2. No. La copia original quedo olvidada en el bloc de notas, hace ya mas tiempo. Posteriormente, en el Word. Es una lastima que el borrador que viste sea tan solo una copia de lo que hay aca. Tristisimo.

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