sábado, 11 de agosto de 2012

danzando entre el fuego

Esa noche garuaba y al compás de las gotas , te sentía caer sobre mí como llanto , caliente , sudoroso , lleno de vida, y con una fuerza sobrenatural te apoderabas de cada retazo de mi piel haciendo de tu cuerpo el mío y de mi cuerpo , inevitablemente tuyo. Te dejabas caer las ropas cómo si fueran hojas cayendo de los árboles, con una sencillez que te dividía entre lo humano y lo divino.  Quise hechizarte , engatusarte entre mis piernas , dejarte infinatemente entre los huecos de mi todo , de mi cuerpo de mi alma y de mi mente. No supe saborear el instante y me deje corromper por fantasías de amor , y se me olvidó gozar, gozarte y gozarnos.  Sabías darle luz a cada caricia y mientras el cielo seguía llorando , acá abajo la risa era más fuerte . Me mordías las angustias , y me arrancabas por fin de la incertidumbre que me generaba dormir sola sabiendo que había espacio para dos.  Lo extraño era sentir tus latidos fundirse con los míos , tus manos recorrer uno y cada uno de los lunares de mi cuerpo , degustarnos los labios hasta que se vieran rojo carmesí , y aún así sentirte apartado, no eras mío. Derepente , el cuarto se empezó a tornar rojizo como nuestros labios , y con tu lengua acariciabas mis miedos , tus manos apretaban fuerte mis muñecas y la intensidad de nuestros cuerpos aumentaba , nos llenabamos de sentimientos varios , de sabores , de olores , de tus cosas y las mías . Las miradas esquivas, buscaban entre tanto calor , un respiro , daban bocanadas de aire y se tragaban algunas cenizas. Encontrarte enredado en mi pelo resultaba fascinante , el cielo mientras se caía a pedazos , y el cuarto se incendiaba . Y la tormenta había entrado a nuestra pieza ( porque por ese instante era nuestra , de ambos ) , y las cosas volaban y tu cuerpo también y el cuarto estaba enardecido , excitante , lleno de ira. Y con mis uñas dibujaba tu espalda con suaves rasguños de amor , de ese amor de momento , pasajero y fugaz. Nos incendiabamos junto a las paredes las sábanas y nuestros trapos en el piso . Sabíamos entendernos en ese infierno , en ese menjunje de calor y frío , de agua y fuego , en esa dualidad , en esa eterna lucha entre el bien y el mal y en la que según mi parecer, casi siempre ganaban los peores. Te quería porque sabía que a pesar de que no seas mío , el instante era eterno. Y entre esos pequeños momentos de disfrutar de nuestro infierno , acariciaba de vez en cuando algo pomposo , algo como una nube , sentía que entre tanto fuego quizás llegaba al cielo. Despues de eso , el cielo se calmó quiso dejar de llorar ,comenzó a garuar nuevamente y otra vez al compás de las lentas gotas te sentía salirte , te sentía afuera de mí , te sentía vivo pero no estabas conmigo. Con tu típica suavidad me besaste los pies , y recuperaste tu ropa sacudida por el fuego . Te llenaste de trapos y desde lejos te miraba , petrificada , observandote , no tenías más esa tonalidad rojiza , esta vez estabas azul . Podría decirte que estabas discreto y ademas , un poco lejano. Pero no se sentía mal ,era necesario que sea asi. Me abrazaste de frío y simplemente dijiste las palabras justas , las que me tendrían por siempre atada a tu figura . Me condenaste al fin a una eternidad monstruosa , a tus lunares en las mejillas , a tu mirada de agua translucida . Te levantaste , me miraste con altura y confesaste " algunos hechizos son irreversibles ". Caminaste , abriste la puerta y decidiste cerrarla . Me dejaste el perfume y algunas cenizas sobre las almohadas . De repente la lluvia ya no existía y , lo vi , un rayo de sol penetraba mis ojos mojados y cansados. La tormenta se había ido, y con ella , todo lo demás.





Lucila Carrozzo.

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